“Welcome to the Friendly Confines”.
O lo que es lo mismo, a la casa de los Cachorros de Chicago.
Qué mejor bienvenida que su nombre alternativo. Amistosos en definitiva.
Y aunque no le voy precisamente a este legendario equipo. Debo admitir que me hicieron el sábado,
con una de las experiencias más bonitas de mi vida. Nunca había contemplado en vivo a un estadio tan lleno; y qué digo el estadio. A las azoteas de los edificios aledaños, adaptadas como extensiones de gradas del mismo estadio, apoyando todos a su equipo, con tanto amor incondicional. A pesar de lo mal que van en las tablas y de lo lejos que están de sus años de gloria.
Gran experiencia. Cachetada para villamelones. Por cierto, no pude evitar comprarme una gorra,
por aquello del Oso.
¿Pero y qué tiene que ver con comida? Uy, empecemos por la bratwurst con relish, mostaza y peperoncinis. O sea el hot dog típico de Chicago. Una salchicha de cerdo de origen alemán.
En un pan, que por ser común, no era menos bueno. Y la cerveza, una Heiniken. Que si no es precisamente mi favorita, siempre es mejor que una Bud Light. Luego, siguieron las papas a la francesa ahogadas en queso. Y después, un par de cervezas más.
Tal vez en esta ocasión la comida, no sonó tan atractiva y antojable, como realmente lo era. Y ni siquiera figuró en las fotos. Pero créanme, que el sabor de cada una de las nueve entradas, valió más que muchos platos principales.
P.D.: Al final los Cubs ganaron. Go Cubs, go! Y buen provecho para Chicago.